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Más allá de la oficina: comunicación y cultura en tiempos de teletrabajo

Actualizado: hace 4 días

En un entorno empresarial cada vez más diverso, la convivencia se convierte en un factor esencial para la sostenibilidad de las organizaciones. Líderes que promueven la inclusión, la empatía y la comunicación asertiva logran crear un espacio donde las diferencias generacionales, culturales o ideológicas se convierten en fortalezas en lugar de obstáculos. Ver más


Aunque hoy es parte del vocabulario cotidiano, el trabajo remoto comenzó a gestarse mucho antes de que Internet se convirtiera en una herramienta omnipresente. De acuerdo con Colombo (2008) en los años 70, el investigador Jack Nilles, profesor de la University of Southern California, acuñó el término teledesplazamiento, destacando la posibilidad de utilizar comunicaciones remotas para que el trabajo llegara al trabajador, en lugar de que este se desplazara al lugar físico de trabajo. Desde entonces, esta modalidad ha sido asociada a una mayor eficiencia, al permitir un mejor aprovechamiento del tiempo y la reducción de momentos improductivos.


De forma paralela, como señala Meneses (2024), en América Latina el teletrabajo fue adquiriendo relevancia no solo por razones tecnológicas, sino también por motivos ambientales y sociales. Se lo consideró una alternativa para descongestionar las ciudades, reducir la huella de carbono y generar nuevas oportunidades laborales frente al desempleo estructural. Su impulso más significativo llegó en los años 90, con el auge de las TIC, especialmente Internet y el correo electrónico, que transformaron radicalmente nuestras formas de comunicación y trabajo, sobre todo en el ámbito productivo. Según Colombo (2008), durante esa misma década comenzaron a desarrollarse los primeros estudios formales sobre el tema, impulsados principalmente por la Unión Europea (UE). Estos informes no solo ofrecieron datos concretos sobre la implementación del trabajo remoto, sino que también reflejaron un creciente interés por parte de los Estados, que comenzaron a promover proyectos destinados a su adopción efectiva y eficiente.


La Organización Internacional del Trabajo (OIT) lo define como una forma de trabajo realizada en un lugar distante del centro de producción, mediada por tecnologías de la información y la comunicación. Sin embargo, esta definición técnica debe complementarse con otros elementos clave:


  • La deslocalización física, que implica una separación espacial respecto a la empresa.

  • La dependencia tecnológica, que exige el dominio de herramientas digitales específicas.

  • La mediación comunicativa, en la que se transforman las relaciones laborales y contractuales y se redefine el tiempo de trabajo.


Además, autores como Muñoz, Pabón y Valencia (2017) citados en Meneses (2024) destacan que el teletrabajo no es solo una cuestión técnica o legal, sino que implica un rediseño en las formas de interacción, comunicación, liderazgo y cultura, dado que supone una transformación profunda en la experiencia del trabajo, donde la tecnología se convierte tanto en instrumento de producción como en canal de comunicación. Tal como señala Colombo (2008) en el marco de las organizaciones posmodernas, el teletrabajo encuentra un terreno fértil. Las estructuras rígidas y verticales han cedido paso a modelos más horizontales, flexibles y abiertos al entorno. Las alianzas estratégicas, la tercerización de servicios y la diversidad de formatos laborales son señales de esta transformación.


En este nuevo contexto, el trabajo ya no está atado a un espacio físico. Se habla incluso del surgimiento de una nueva subjetividad laboral, donde el sentido de pertenencia, la autonomía y la identidad profesional se construyen en entornos virtuales y multiculturales.


En este escenario, la comunicación organizacional es un eje estructurante. Las organizaciones actuales dependen de procesos comunicacionales para sostener sus valores, prácticas y objetivos comunes, especialmente cuando no existe un espacio físico compartido. La comunicación permite que los trabajadores interioricen las normas culturales, desarrollen autocontrol y construyan relaciones de confianza. Cuando esta fluye de manera participativa se convierte en un puente entre los miembros del equipo, incluso a distancia.


Sin embargo, cuando la comunicación se reduce a la simple transmisión de tareas o datos, surgen riesgos como la desmotivación, el aislamiento y la falta de conexión emocional, lo que puede impactar negativamente tanto en el bienestar del trabajador como en su productividad.

Como señala Meneses (2023), las organizaciones que logran adaptarse al nuevo entorno digital deben priorizar el bienestar, la diversidad, la sostenibilidad y la innovación, e incluir el teletrabajo como parte de una cultura organizacional más amplia y coherente con el entorno social.


REFERENCIAS


Cárdenas, D. (26 noviembre de 2024). El impacto del liderazgo en la convivencia organizacional. Fundación Convivencia.


Colombo, D. (2008). Impacto del Teletrabajo en la cultura organizacional (Doctoral dissertation, Universidad Nacional de La Plata).


Meneses Estacio, D. C. (2024). Clima y cultura organizacional en la era digital: transformación y adaptación en los nuevos escenarios laborales.

 

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