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Del piloto automático a la creación: cómo transformar el ocio digital en niños yjóvenes


(…) el ocio ha pasado a concebirse en “pequeñas píldoras de fruición, brevedades

que pueden disfrutarse en los microespacios que dejan las actividades laborales en

los fragmentos de dedicación ociosa que el usuario se adjudica durante los

desplazamientos o en su tiempo libre en el hogar. Esto es, “burbujas de ocio” (…)

que forman parte de un tiempo de ocio intersticial, interactivo, más selectivo, menos

duradero y basado en formatos micro. Donde el entretenimiento, el placer, la

distensión, el esparcimiento y la diversión es lo que prima. (Igarza, citado en Viñals,

2013)


Diversos estudios en España han explorado por qué los jóvenes utilizan las redes sociales,

analizando sus principales motivaciones. Las investigaciones coinciden en destacar que la

principal motivación de los jóvenes para utilizar redes sociales virtuales (RSV) es mantener

el contacto con sus amigos. El informe de la Universidad Oberta de Catalunya (2009)

revela que un 79,5% de los adolescentes entre 12 y 18 años usan las RSV para hablar con

amigos, seguido de actividades relacionadas con la observación y la expresión personal,

como ver qué hacen sus contactos (66,6%) y compartir gustos u opiniones (más del 60%).

También destacan otros usos como el envío de contenido propio o encontrado en Internet,

la comunicación con personas que no ven con frecuencia, o incluso resolver dudas

académicas (18%) y jugar (12,8%).


Por su parte, el informe de la Fundación Pfizer (2009) refuerza esta tendencia al mostrar

que un 92,9% de los jóvenes entre 11 y 20 años usan las redes para interactuar con amigos

que ven con frecuencia y una amplia mayoría también lo hace para mantener el vínculo con

aquellos que ven poco o para organizar planes. El estudio “Jóvenes Españoles 2010” de la

Fundación SM, centrado en jóvenes de 15 a 24 años, reafirma que el ocio (“pasar el rato”) y

la creación de vínculos sociales (hacer amigos, compartir información) son usos

predominantes. En conjunto, estos estudios evidencian que las redes sociales se han

consolidado como un espacio clave de interacción, entretenimiento y expresión entre los

jóvenes.


Los jóvenes que participan en actividades digitales durante su tiempo libre rara vez las

definen en términos de aprendizaje. En su lugar, buscan un contraste con las rutinas

escolares, deseando experiencias diferentes y encuentran en la tecnología una vía atractiva

para ello. (Drotner, 2008, citado en Lobo, 2013).


Aquellos que experimentan un ocio digital poco activo suelen percibir las responsabilidades

cotidianas y las tareas pendientes no solo como poco atractivas, sino incluso como una

carga, asociadas al sacrificio, el esfuerzo y el cansancio. Como resultado, estas actividades

no les generan satisfacción ni plenitud (Drotner, 2008, citado en Lobo, 2013). Para evitar

que los niños y jóvenes caigan en este tipo de ocio pasivo, es fundamental que encuentren

placer en lo que hacen, reconociendo su valor intrínseco.


Este contraste pone en evidencia un dilema crucial: las dinámicas del ocio digital tienden a

privilegiar la inmediatez, la estimulación constante y la gratificación instantánea, lo cual

entra en tensión con aquellas actividades que requieren pausa, concentración y esfuerzo

sostenido. Esta tensión se vuelve particularmente desafiante para padres y educadores,

especialmente cuando se trata de fomentar el aprendizaje, puesto que estudiar implica

atención, disciplina y una disposición al trabajo mental prolongado. En este contexto, se

vuelve urgente diseñar propuestas educativas que integren prácticas digitales que no solo

entretengan, sino que exijan del sujeto una implicación activa —tanto física como

mental—capaces de mantener su interés sin renunciar al desarrollo de habilidades

profundas. Solo así será posible armonizar el disfrute del ocio digital con los procesos de

formación personal y académica.


Cuanto mayor es la exposición de niños y jóvenes a contenidos digitales volátiles, breves y

fácilmente consumibles —como los que predominan en plataformas de entretenimiento

masivo— más difícil resulta captar y sostener su atención en actividades que exigen

procesos mentales complejos. Esta sobreestimulación constante puede generar una especie

de “impaciencia cognitiva”, debilitando la tolerancia a la espera, al esfuerzo sostenido y a la

profundidad reflexiva.


Los dispositivos móviles y las redes sociales están diseñados para ser intuitivos, lo que

permite su uso cotidiano incluso sin una formación previa. No obstante, cuando se aspira a

que estas herramientas digitales contribuyan al desarrollo integral de la persona y potencien

sus habilidades cognitivas, creativas y sociales, se vuelve indispensable la alfabetización

digital. Esta formación debe ir más allá del uso instrumental y proponer formas de

interacción distintas a las impuestas por la lógica del mercado, orientadas al crecimiento

personal, la participación activa y el pensamiento crítico.


Te compartimos dos recursos complementarios para acompañar a niños y jóvenes en el uso

saludable de la tecnología:


1. Herramientas desde la alfabetización digital

En este blog encontrarás claves para comprender el impacto del uso excesivo del móvil y

propuestas educativas para afrontarlo desde la alfabetización digital:


2. Guía práctica para transformar el ocio digital

¿Quieres descubrir cómo padres y educadores pueden fomentar un ocio digital más

creativo, activo y enriquecedor? Descarga esta guía con acciones concretas para aplicar en

casa y en el aula.




BIBLIOGRAFÍA

Lobo, J. F. C. (2013). Redes sociales virtuales para la educación y el cambio del ocio

digital al ocio productivo. Revista Eduweb, 7(1), 131-142.


Viñals Blanco, A. (2013). Las redes sociales virtuales como espacios de ocio

digital. Fonseca, Journal of Communication: 6, 1, 2013, 150-176.

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