DIÁLOGO Y ESCUCHA CON LOS NIÑOS
- María Cristina López Díaz
- 20 feb
- 8 Min. de lectura
Actualizado: 31 mar

En la Comunidad de Práctica nos preguntamos ¿Quién soy en la red?, viendo la red como vitrina, como un tipo de distorsión de la realidad. Hablamos con Juan Carlos Amador Báquiro. Profesor titular e investigador en Comunicación – Educación, infancia y juventud, y educación para la paz, de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Postdoctor en ciencias sociales, niñez y juventud, y doctor en educación. Y Juan Carlos Garzón Rodríguez. Investigador en temas de infancia, educación y escuela, desde las ciencias sociales. Competencia para la inclusión de las Tecnologías de la Información y el conocimiento en proyectos educativos. Formación clínica en psicoanálisis. Experiencia como docente en el campo epistemológico de las ciencias sociales y la educación.
En primera instancia se habló de la experimentación del Yo, como posibilidad de resistencia. En esta segunda, se abrió el espacio para la importancia de escuchar y dialogar con los menores como actores sociales, como parte del aprendizaje conjunto del niño y del adulto, como posibilidad de renovación. (Fundación Convivencia, 2021)
Entendiendo que la subjetividad es la forma en que una persona piensa, siente y ve el mundo, basada en opiniones, creencias y experiencias personales, se podría pensar que, desde la escuela formal se les reconoce a niñas y a niños la construcción de su subjetividad.
Puede parecer de sentido común, pero desde distintas teorías de la infancia, desde diversos debates contemporáneos aún se considera que los menores están en una etapa de maduración psicobiológica y, por tanto, todavía no pueden pensar por sí mismos, entonces hay que prepararlos para cuando tengan cierta edad.
Viendo la educación como enseñanza, el niño tiene que aprender del adulto, él no está capacitado para pensar los problemas de una sociedad o de un contexto, y es el adulto el que tiene que enseñarle. Es un modelo ordenado a través de los saberes, de los códigos escolares, donde no queda poco espacio para una formación dialógica. Donde se trabaja en la transmisión de contenidos a un sujeto que los acumula.
Diversos estudios desmienten la creencia de que la interacción en el aula se desarrolla en un dialogo permanente entre los estudiantes y el docente como facilitador y promotor de los procesos de pensamiento.
Algunos llegan a consideran que esa la libertad de pensamiento debe darse hasta los 18 años, otros viendo la juventud con sospecha, como algo peligroso, establecen que esa libertad debe darse un poco más adelante.
Esa postura de moratoria social, de niños que no están preparados para hablar por sí mismos es bastante problemática, porque no permite que se reconozcan como actores sociales, como agentes portadores de saberes, de experiencias, que van construyendo sus trayectorias.
Para preparar a los menores en la educación de hoy, es necesario que se reconozca, desde el mundo adulto, que los menores son actores sociales, sujetos con voz propia. Que la construcción de la subjetividad se hace desde chiquitos. La identidad del niño no se agota en ser estudiante o alumno.
Entre la pregunta pedagógica fundamental sobre el cómo enseñar, debe estar el cuestionamiento sobre quién es el sujeto de la educación, para el qué lo hago, por qué lo hago. En esa pregunta es fundamental entender quiénes son esos sujetos de la educación.
Hay estudios que argumenta que los menores piensan, experimentan y tienen su propia opinión del mundo desde pequeños, basados en investigaciones complejas, entre ellas las que se relacionan con temas de género, donde se reconocen experiencias tempranas en su identidad con posibilidades distintas. Consideraciones que, aunque alarmen a profesores y padres, se relaciona con la construcción de la subjetividad.
Un elemento fundamental para la escuela y los agentes educativos es advertir la importancia de experimentar formas de ser. Comprender que no es un problema que requiere una intervención psicosocial, sino que hace parte de la vida, de lo que somos.
El proceso progresivo de construcción de la subjetividad implica que se apoye ese entendimiento, más allá de entrar en alarmismos, diagnósticos o intervenciones. No hay que desconocer que en algunos casos se requiere llegar a procesos e intervenciones. Pero con frecuencia cuando los niños se salen del molde no es un problema. No hay que problematizarlo tampoco.
En esa dinámica de experimentación, también encontramos el esfuerzo conjunto de alfabetizarnos digitalmente. De aprender habilidades y capacidades para desenvolverse en los medios actuales, producir contenido y discernir de manera crítica la información recibida, porque todos estamos enfrentando problemas.
Niños y adultos nos enfrentamos diariamente a un montón de dilemas frente a las pantallas, por contenidos que no se saben interpretar, por no contar con sustentos para creer o no creer en lo que se recibe, por la aceleración de la vida diaria.
Diferentes Políticas han enfatizado en los requerimientos técnicos que todos tenemos que aprender. Pero es necesario un trabajo fuerte en cómo interpretar críticamente los contenidos, cómo analizar la imagen, qué hay detrás. Reconocer las noticias falsas, la manipulación que hay en los discursos ideológicos. Tomar distancia del papel de los medios hegemónicos. Necesitamos prepararnos para todo lo que pasa como humanidad.
Para construir una ciudadanía activa, crítica, es necesario pensar seriamente estos temas desde la escuela, desde la formación. No es solo una tarea de los profesores de tecnología e informática, tiene que ser un componente transversal a todo lo que hacen los docentes desde sus prácticas pedagógicas.
Los niños no son futuros ciudadanos: ya son sujetos con voz y pensamiento
Actualmente son insuficientes los contenidos del texto escolar, hay un momento en que ese material se agota. Se debe pensar en narrativas de la vida cotidiana, que tienen que ver con los actores sociales que hacen parte de la comunidad escolar, también con esas narrativas que son de índole visual, audiovisual, digital.
La realidad social, cultural, es una realidad multimodal, que está construida a partir de muchos modos semióticos. El acercamiento al mundo para comprender la realidad no puede estar supeditado exclusivamente al texto alfanumérico, hay que hacer una apertura para entender esas otras narrativas, esos otros textos, esos otros discursos, como una posibilidad, una potencialidad para que la práctica pedagógica sea una práctica significativa, cualificada, que garantice conocimientos y aprendizajes, especialmente sistemas de significación en los niños y las niñas.
Se retoma entonces la pregunta por el papel de los niños. La idea de que la escuela debe concebir espacios y modelos que se cuestionen por lo que se puede aprender de los menores, qué se tiene que aprender de ellos.
Diferentes pedagogos hacen una apuesta permanente por establecer quién es el niño. Del porqué se da por sentado que tienen que ser educados, que sólo pueden ser sujetos si en el fondo hay una acción adulta mediando.
Claro que la educación se construye en la acción planteada entre las generaciones, en esa mediación. Pero es distinta la mediación que supone que el otro es el resultado de lo que yo haga con él, a la mediación que se ofrece al diálogo y escucha a niños como portadores de una verdad, de un pensamiento, de una acción.
Los niños son lo nuevo, rompen con lo que se tiene y eso se debería celebrar como una alternativa para todos. Pero lo que generalmente se hace es tratar de encausarlos en el orden de lo que ya existe, en lo viejo. La enseñanza tiene el tono hacia esa orientación, de cómo hacer para que los niños entren en lo que ya está construido, en lo que está definido. Nos se ve a los niños como posibilidad de renovación.
La transformación implica un dialogo en el que se reconozca a los menores como sujetos en construcción de una verdad, una verdad que pueden construir con los adultos, pero además que esos adultos pueden construir esa verdad con ellos.
Plantear esa posibilidad de crítica es hablar un poco de emancipación, de libertad, de resistencias. Procesos que no se enseñan, sino que se construyen conjuntamente. Una contradicción importante en la educación que algunos teóricos refieren.
Saber de la importancia del dialogo y tener los conocimientos, no garantiza que se ponga en práctica. En parte tiene que ver con la formación profesional del educador, porque tampoco se le suele enseñar a dialogar ni emplearse el diálogo para su capacitación. Todo el sistema está estructurado para evitar el diálogo.
Freire decía, nadie libera a nadie y nadie educa a nadie, nos educamos entre todos y nos liberamos entre todos. Eso también significa entender que no es solo el niño el que se encuentra expuesto al riesgo, a la distorsión, sino que todos estamos expuestos. Asimismo, que todos como sujetos podemos construirnos desde otro lugar y otras posibilidades de vida, podemos pensarnos en conjuntos distintos.
El diálogo con los niños no puede presuponer la primacía del discurso del adulto, el discurso racional. Eso exige pensar que el niño no es a doctrinable, no es simplemente un sujeto al que se le enseña. Hay que ver al menor como un sujeto de potencialidades, que nos puede interpelar.
Si la escuela, la familia, las instituciones educativas y las sociales escuchan lo que los niños pueden decir sobre la sociedad que tenemos, podemos encontrar otras posibilidades de pensar la educación.
Las instituciones educativas y todos los entornos sociales deberían construir más posibilidades de diálogo con las niñas y los niños que no estén mediadas por las lógicas instruccionales. Es entender que la acción del niño puede detonar otras posibilidades.
Incentivar el diálogo implica requerir menos las metodologías y los contenidos, y abrirse a la subjetividad.
Somos una sociedad carente de diálogo. En una apuesta más educativa, social y política se debería pensar en la necesidad, en todos los ámbitos, de construir de espacios dialógicos.
Parte de las crisis, las movilizaciones y el estallido social que se vive con los jóvenes tiene que ver con la falta de escucha. Los jóvenes no se sienten representados por las instituciones y la democracia. Carecen de oportunidad para estudiar. No encuentran espacios dialógicos, sinceros, verdaderos.
Si bien la educación dialógica cuenta con muchos adherentes y defensores informales, no deja de ser un lugar común. La mayoría de los educadores están de acuerdo en la importancia del dialogo en la educación, aunque en la práctica diaria se muestre otra cosa.
En tal sentido… en una educación de concepción dialógica, sería importante cumplir con ciertas características ideales: 1. Una interacción equitativa o cercana a lo equitativo, tanto en lo cuantitativo, cuanto en lo cualitativo. 2. Una interacción marcada por una estructuración dialógica, incluyendo turnos de actuación y/o mediación equitativos, discusión continua de contenidos, cuestionamientos, discusión de opiniones, conexión con la vida diaria, resolución de problemas en el aula, discusión de dilemas hipotéticos, reales y semi-reales, etc. 3. Contenidos curriculares construidos progresivamente entre el docente y los estudiantes; para que ello pueda ocurrir, debería haber un encuentro entre docente y alumnos previo al inicio del año escolar, a fin de adaptar las necesidades de los alumnos a la estructura curricular que establezca el sistema escolar. 4. El peso dado a la opinión y criterios del alumno debería variar inversa y proporcionalmente con su edad, debido a la maduración del sujeto: la construcción de contenidos con el sujeto en la pedagogía de los primeros años no puede tener el mismo peso que en la educación andragógica. 5. Ocurrir al menos 3 autoevaluaciones docentes de la labor llevada a cabo, al inicio, mediados y final del año escolar. 6. El modelo del diálogo debería primar sobre cualquier otra manera de interacción, salvo cuando resulte necesario acudir a otras (como el monólogo, la clase magistral, el examen, etc.)
A modo de conclusión, a quienes trabajan procurando instruir a otros les ocurre con el diálogo lo que con la carta del cuento de Poe: de tan obvio, ubicuo y ominoso que es, no lo vemos. Pero, como el agua al pez, si se nos quita el diálogo no hay educación posible. (Velasco y González, 2008).
Bibliografía
Revista de Educación Fundación Convivencia N.25 (Enero2021) Podcast “Más Allá de la Escuela”, ¿Quién soy en la red? La red como vitrina. https://www.fundacionconvivencia.org/revistas/%C2%BFqui%C3%A9n-soy-en-la-red%3F-la-red-como-vitrina
Velasco, JA y de González, LA (marzo de 2008). Sobre la teoría de la educación dialógica. Educere, 12 (42),461-470. ISSN: 1316-4910. Recuperado de: https://www.redalyc.org/pdf/356/35614569006.pdf
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