
Diversas investigaciones en distintos países han evidenciado que el tiempo de pantalla,
combinado con patrones inadecuados de actividad física, puede influir significativamente
en el bienestar psicológico y físico de los niños y niñas. En este blog, exploraremos los
hallazgos de estudios realizados en España, Chile y Estados Unidos, y reflexionaremos
sobre cómo transformar estos conocimientos en acciones concretas para proteger y
promover la salud infantil.
¿Por qué es tan relevante el tema?
El uso excesivo de dispositivos se ha convertido en parte integral del día a día de los niños.
La Organización Mundial de la Salud y otros organismos internacionales recomiendan
limitar este tiempo y fomentar actividades que impliquen movimiento y socialización. Los
estudios que revisaremos abordan dos aspectos fundamentales:
Bienestar emocional y físico: Se ha observado que un mayor uso de pantallas se
asocia con problemas emocionales, disminución de la autoestima y aumento de la
depresión, además de favorecer el sedentarismo y la obesidad.
Importancia de la actividad física: La actividad física después del colegio emerge
como un factor protector, reduciendo los niveles de depresión y favoreciendo una
mejor autoimagen y estado anímico en los escolares.
Hallazgos clave de la investigación
El desafío del tiempo de pantalla
Estudios realizados en España y Chile han mostrado que el exceso de tiempo frente a las
pantallas tiene los siguientes efectos:
Efectos psicológicos y conductuales: Se relaciona con mayores niveles de depresión,
menor autoestima, dificultades para terminar tareas y problemas de regulación emocional.
¿Qué señales nos permiten identificarlo en el contexto escolar y familiar?
Depresión y baja autoestima:
Un alumno que, tras largos periodos de uso de redes sociales o videojuegos, muestra un cambio en su actitud, pasando de ser participativo a retraído, y expresa comentarios autocríticos o de desvalorización personal.
En reuniones o momentos en familia, se observa que el menor se muestra callado, se aísla o evita participar en las actividades comunes. Además, puede expresar comentarios autocríticos o sentir que no encaja, lo que evidencia una disminución en su autoestima.
Dificultades para terminar tareas:
El estudiante se distrae fácilmente durante las actividades en clase y tiene problemas para completar sus deberes. Puede que interrumpa constantemente la actividad con
solicitudes de ayuda o cambios de tema, lo que dificulta el seguimiento de la tarea
asignada.
Un niño que, al realizar sus deberes en casa o al ayudar con las tareas del hogar, se distrae constantemente con el uso de dispositivos. Esto se traduce en que necesite
recordatorios repetidos para concentrarse y termine sintiéndose frustrado al no completar sus actividades.
Problemas de regulación emocional:
Un niño que después de usar dispositivos electrónicos durante largos períodos muestra irritabilidad, frustración extrema o episodios de llanto sin una causa aparente en el entorno escolar, lo que contrasta con su comportamiento habitual.
Un niño que, tras periodos prolongados frente a dispositivos electrónicos, experimenta oscilaciones emocionales significativas, manifestadas en irritabilidad repentina, episodios de llanto inesperados o cambios notables en su estado de ánimo, lo cual afecta la comunicación y convivencia en el hogar.
Impacto en el sueño y la salud física: Un uso intensivo de pantallas reduce las
horas de sueño, lo que afecta el desarrollo físico y mental, y está asociado con un
mayor índice de masa corporal y riesgo de obesidad.
¿Qué señales nos permiten identificarlo en el contexto escolar y familiar?
Reducción de horas de sueño:
Se nota que el alumno llega a clases visiblemente cansado, con somnolencia o dificultad para concentrarse, lo cual puede estar relacionado con el uso excesivo de pantallas en horas cercanas a la hora de dormir.
En el hogar se puede notar que el menor utiliza dispositivos hasta altas horas de la noche, lo que provoca que se levante con sueño, presente falta de energía y tenga dificultades para integrarse en las actividades familiares del día.
Riesgo de obesidad:
Un estudiante que dedica muchas horas al uso de dispositivos electrónicos puede mostrar un estilo de vida sedentario, evidenciado en una menor participación en actividades físicas o deportivas, y en algunos casos, se detecta un incremento en su índice de masa corporal (IMC).
Un niño que pasa muchas horas frente a la pantalla en lugar de participar en actividades físicas familiares, como paseos o juegos al aire libre. Este estilo de vida sedentario, sumado a una alimentación desequilibrada, puede resultar en un aumento progresivo de peso.
Resultados del estudio de Twenge et al. (2018)
Un estudio a gran escala realizado en Estados Unidos, que incluyó a más de 40,000 niños y
adolescentes (de 2 a 17 años), aportó evidencia sobre el impacto del tiempo de pantalla en
el bienestar psicológico:
Inflexión a partir de 1 hora diaria: El bienestar psicológico permanece similar entre niños que no usan o usan poco las pantallas, pero después de 1 hora diaria, se observa una disminución progresiva en medidas de bienestar como la curiosidad, el autocontrol y la estabilidad emocional.
Efectos en adolescentes: Los adolescentes que usan pantallas intensivamente (7 o más horas diarias) son más propensos a haber sido diagnosticados con ansiedad o depresión, a recibir tratamiento por problemas de salud mental o a haber tomado medicación para cuestiones psicológicas, en comparación con aquellos que usan solo 1 hora diaria.
Comparación de usuarios: Los usuarios moderados (alrededor de 4 horas diarias) también muestran una disminución en el bienestar, aunque con un efecto menos pronunciado que en los usuarios de alto consumo. Además, las asociaciones negativas entre tiempo de pantalla y bienestar son mayores en adolescentes que en niños más pequeños.
La actividad física como aliada
En contraste con los efectos adversos de las pantallas, la actividad física es crucial para el
bienestar:
Mejora del estado anímico: Los escolares que realizan actividad física después del colegio muestran niveles más altos de autoestima y menores índices de depresión.
Relación con el peso: Una buena práctica deportiva ayuda a controlar el peso corporal, lo que repercute en una mejor imagen corporal y salud general.
La importancia de la supervisión y la educación
Otro aspecto fundamental es la necesidad de que padres, educadores y legisladores trabajen
en conjunto para:
Supervisar el uso de dispositivos: Establecer límites y promover hábitos saludables en el uso de tecnología.
Fomentar actividades físicas: Incentivar la participación en deportes y actividades recreativas que permitan a los niños desconectar de las pantallas.
Educar sobre el bienestar digital: Crear conciencia sobre los riesgos y beneficios de la tecnología, para que los niños aprendan a usarla de manera responsable.
Establecer rutinas sin pantallas: Crear momentos del día, especialmente antes de dormir, en los que se evite el uso de dispositivos.
Iniciativas escolares y comunitarias: Desarrollar programas educativos que integren el bienestar físico y mental, involucrando a toda la comunidad educativa.
Participación activa de los padres: La supervisión y el ejemplo son esenciales para que los niños adopten hábitos saludables.
¿Qué acciones estás dispuesto a tomar para fomentar un entorno más saludable para los más
pequeños? ¡Comparte tus ideas y experiencias!
BIBLIOGRAFÍA
Delgado-Floody, P., Jerez-Mayorga, D., Caamaño-Navarrete, F., Carter-Thuillier, B., Cofré
Lizama, A., & Álvarez, C. (2019). Bienestar psicológico relacionado con el tiempo de
pantalla, la actividad física después de la escuela y el peso corporal en escolares
chilenos. Nutrición Hospitalaria, 36(6), 1254-1260.
Ortega Mohedano, F., & Pinto Hernández, F. (2021). Predicción del bienestar sobre el uso
de pantallas inteligentes de los niños. Comunicar: Revista Científica de Comunicación y
Educación, 29(66), 113-122.
Twenge, J. M., & Campbell, W. K. (2018). Associations between screen time and lower
psychological well-being among children and adolescents: Evidence from a population-
based study. Preventive medicine reports, 12, 271-283.
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