Metatítulo: la inteligencia emocional: su concepto y su importancia.
Metadescripción: El concepto de inteligencia emocional, su historia, su relación con la
ética, y su importancia para la escuela y la familia.
Esta es la primera entrada de varias que se seguirán en este blog y que estarán dedicadas a la Inteligencia emocional. La genealogía de este concepto se remonta un siglo atrás, a 1920, cuando E. Throndike utilizó, por primera vez, el término de inteligencia social para referirse a la habilidad que puede tener un sujeto para comprender a sus semejantes y para actuar en consecuencia (Jiménez, 2018) . Poco más de 60 años más tarde, en 1983, Howard Gardner expuso su teoría de las Inteligencias Múltiples, dentro de la cuales se cuenta la inteligencia interpersonal 1 . En 1990 los psicólogos P. Salovey y J. Mayer emplearon, por primera vez, el término de inteligencia emocional. En 1995 Daniel Goleman publicó su libro Inteligencia emocional, éxito en ventas que popularizó definitivamente el concepto (Jiménez, 2018).
Dos constataciones son presupuestos del concepto de inteligencia emocional (y del concepto de inteligencia social que lo precedió): la primera: el ser humano tiene “dos mentes”, una mente racional, que piensa, y una mente emocional, que siente (Goleman, 1996) ; la segunda: la mente racional no basta a un ser humano para vivir bien. “Hasta las personas más descollantes y con un CI más elevado – apunta Goleman en su famoso libro—pueden ser pésimos timoneles de su vida y llegar a zozobrar en los escollos de las pasiones desenfrenadas y los impulsos ingobernables” (Goleman, 1996, p. 13). La inteligencia emocional es el gobierno de esos impulsos con miras a usarlos en nuestro beneficio o, al menos, a evitar el perjuicio que puede traernos su ciega influencia. Para Goleman, la inteligencia emocional debe permitirnos, entre otras cosas, encontrar en nosotros mismos la motivación para perseverar en nuestros proyectos a pesar de las contrariedades, controlar nuestros impulsos que parecen a veces irreprimibles, y evitar que nuestros estados de ánimo nublen nuestro juicio (Goleman, 1996).
En ese sentido, aun cuando la genealogía del nombre de inteligencia emocional es más bien corta, pues sólo abarca un siglo, el concepto es tan antiguo como la conciencia que tienen los seres humanos del influjo— algunas veces negativo— que tienen sus emociones en su comportamiento. “El dominio de uno mismo, esa capacidad de afrontar los contratiempos emocionales que nos deparan los avatares del destino y que nos emancipa de la « esclavitud de las pasiones» ha sido una virtud altamente encomiada desde los tiempos de Platón.(…), el antiguo término griego utilizado para referirse a esta virtud era sofrosyne, « el cuidado y la inteligencia en el gobierno de la propia vida» (Goleman, 1997, p. 69). En nuestro tiempo, sobre el dominio de sí mismo escriben los psicólogos; antes, lo hicieron los filósofos; antes hablaron de él los fundadores de las religiones: piénsese también en Buda, que dijo que el ser humano debía liberarse del deseo ( de la “sed”) para liberarse del dolor y del círculo de las reencarnaciones (Borges y Jurado, 1998). El dominio de nuestras emociones es un problema ético.
Sólo nuestra razón puede aspirar a gobernar nuestras emociones; sin embargo, no la tiene fácil dado el lugar que tienen las emociones en nuestro proceso de toma de decisiones: la evolución ha hecho de ellas “programas de reacción automática” (Goleman, 1996, p. 15) para responder a situaciones cuya urgencia hace imposible que nuestro cuerpo pueda esperar a que la razón resuelva algo, tarda, como ella es a veces, de tanto sopesarlo todo (Goleman, 1996) . En momentos determinantes de la vida de un individuo, las emociones pesan más que la razón en ese proceso; para los sociobiólogos, es gracias a las emociones que los individuos afrontan circunstancias extremamente difíciles, de alto riesgo, de duelo, de tribulación, que no pueden ser afrontadas por el intelecto solo (Goleman, 1996) . Las emociones son impulsos inmediatos y espontáneos a la acción 2 ; la razón requiere de tiempo y claridad para deliberar, y a veces ni hay tiempo, ni hay claridad.
No sólo de conocer y gobernar las propias emociones se trata la inteligencia emocional, sino también de conocer y comprender las de los demás: cuanto más se es consciente de las propias emociones, de su naturaleza y su poder, más se es consciente de las emociones de los otros y, por ende, más prontos estamos a la empatía (Goleman, 1996). La inteligencia emocional comprende la capacidad de comprender las emociones de los demás (empatía cognitiva) y la de crear un vínculo afectivo con ellas (empatía afectiva). Podría decirse que el meollo de la inteligencia emocional está en guardar un equilibrio entre ese vínculo afectivo que crea la empatía, y la necesidad de ser fieles a nuestras emociones y a nuestras pasiones, al mismo tiempo que las gobernamos (Romera y Ortega- Ruiz, 2017).
La empatía cognitiva y la empatía afectiva, elementos de la inteligencia emocional, son habilidades sociales fundamentales para la convivencia (Romera y Ortega- Ruiz, 2017); y, por tanto, son de vital importancia en la familia y en la escuela (Córdoba, Del Rey, Casas y Ortega-Ruiz, 2016). Además, los problemas que puede llegar a tener un menor de edad por deficiencias en su inteligencia emocional (el malestar psicológico, el deterioro de las relaciones interpersonales, el bajo o mediocre rendimiento académico, las adicciones) incumben a la familia y a la escuela (Romera y Ortega- Ruiz, 2017). Por esta razón, no sorprende que, poco después del éxito en ventas del libro de Goleman, en 1995, el concepto de inteligencia emocional fuera acogido en el ámbito educativo en programas de aprendizaje social y emocional (González, 2022).
La inteligencia emocional es, pues, muy importante para nuestra vida individual y social, y lo es aún más para los menores de edad, pues en ellos se está formando el carácter, otro nombre que puede dársele a la inteligencia emocional (Shapiro, 1997) . ¿Cómo ayudar a los menores de edad, a los adolescentes, a ser personas inteligentes en lo que a sus emociones y a las emociones de los demás se refiere? ¿cómo contribuir a la formación de un carácter en los niños, en las niñas y en los adolescentes, que les permita ser timoneles de su propia vida emocional, y al mismo tiempo comprender la de los otros y sentir empatía por ella? Intentaremos responder a estas preguntas, de indudable importancia, en las próximas entradas de este blog.
1 Las demás inteligencias múltiples postuladas por Gardner son la inteligencia lógica, la inteligencia musical, la inteligencia visual-espacial, la inteligencia cinestésica y la inteligencia lingüística. (Jiménez, 2018).
2 “La misma raíz etimológica de la palabra emoción proviene del verbo latino moveré (que significa «moverse») más el prefijo «e», significando algo así como «movimiento hacia» y sugiriendo, de ese modo, que en toda emoción hay implícita una tendencia a la acción” (Goleman, 1997, p. 15)
Referencias
Borges, J. L., & Jurado, A. (1998). Qué es el budismo. Buenos Aires: Emecé.
Goleman, D. (1996). La inteligencia emocional. Barcelona: Kairos.
González, M. (2022). Inteligencia emocional y síndrome de down. Revista de educación
Fundación Convivencia, 5-10.
Jiménez, A. (2018). Inteligencia emocional. En AEPap, Curso de Actualización Pediatría 2018. (págs. 457-469.). Madrid: Lúa Ediciones 3.0.
Romera, O. G.-O., & Ortega- Ruiz, R. (2017). La competencia para gestionar las emociones y la vida social, y su relación con el fenómeno del acoso y la convivencia escolar. Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 27- 38.
Shapiro, L. (1997). La inteligencia emocional de los niños. México: Vergara Editor.
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