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Foto del escritorRene A. González Ramírez

La vida es una batalla: la educación emocional para enfrentar el acoso escolar

Metatítulo: El enfado es esencial en la educación emocional de los niños víctima de acoso.

Metadescripción: Con la ayuda de sus padres, las víctimas de acoso escolar pueden hacer frente a este, ya sea mediante la expresión de su enfado, ya sea pidiendo ayuda.



En la anterior entrada de este blog tratamos el tema de la inteligencia emocional (como ha sido costumbre estas últimas semanas), y su relación con el acoso escolar; expusimos qué medidas podrían hacer parte, a partir de los estudios que existen sobre la materia, de un programa de prevención del acoso escolar en la escuela. Pero la lucha contra el acoso escolar y su prevención no debe tener como único escenario la escuela, sino que debe incluir, por supuesto, el hogar: los padres deben estar atentos a signos que pueden alertar de que sus hijos están siendo víctimas; y deben ayudar a sus hijos a enfrentar.


Ocupémonos primero de los signos de que un niño o adolescente está siendo víctima de acoso escolar; luego nos ocuparemos de las maneras como se puede enfrentar el problema. El primer signo es el aislamiento: el entorno de un niño acosado está compuesto de agresores, de cómplices de los agresores, y de niños o adolescentes que prefieren apartarse de la víctima de acoso, como de un apestado, para evitar así ser objeto, ellos también, de acoso (Goicoechea y Romeo, 2017). El segundo es el cambio drástico en el carácter de la víctima de acoso escolar: el niño que “era alegre ahora se muestra alicaído, la niña que era tranquila ahora se muestra agresiva, el adolescente que iba bien en los estudios empieza a suspender varias asignaturas, la adolescente que reía con frecuencia hace semanas que no sonríe” (Goicoechea y Romeo, 2017).


Las señales de que un niño o un adolescente es acosado son también síntomas de su malestar emocional. Si el niño era alegre y tenía amigos, ahora está triste y solo: es como si el acoso viniera a destruir su inteligencia emocional, como si viniera a echar a perder una educación emocional de la cual la alegría y la vida social del niño o el adolescente eran preciosos frutos. ¿Qué pueden hacer los padres para remediar esto, para combatir la tristeza y el aislamiento de una víctima de acoso escolar? ¿qué pueden hacer para detener el acoso?


Respecto al aislamiento, Goicoechea y Romeo (2017) sugieren a los padres invitar a los amigos del niño o el adolescente que ha comenzado a aislarse para “ver cómo funcionan las relaciones sociales (e intervenir cuando sea necesario)” (Goicoechea y Romeo, 2017, p.146). Aunque este es un buen consejo, cabe preguntarse: ¿qué hacer cuándo el niño o adolescente víctima de acoso se ha quedado sólo? Porque, como hemos visto antes, en el acoso escolar la víctima tiende a quedarse sola pues sus compañeros suelen ponerse del lado del agresor o evitar la compañía de la víctima para no ser asociada con ella. En este caso, tal vez no pueda hacerse nada contra el aislamiento distinto a ponerle fin al acoso escolar y, con él, a las implicaciones sociales que él trae consigo.


Respecto a la tristeza de los niños o adolescentes víctimas de acoso escolar, la primera tarea que se ofrece a los padres es la de descubrir su causa. Por esta razón lo primero que deben hacer los padres es facilitar a sus hijos el que puedan hablar de la causa de su tristeza. Si esta revelación tiene lugar, los padres deben evitar culpabilizar al niño o al adolescente víctima de acoso, ya que las víctimas de acoso escolar suelen culparse a sí mismas de lo que les ocurre y sentir vergüenza por ello (Sánchez, Ortega, y Menesini, 2012); deben también nombrar el acoso, para que así el niño o el adolescente víctima del mismo sea consciente de que situación no es culpa suya (Goicoechea y Romeo, 2017).


Goicoechea y Romeo (2017) sugieren a sus padres algo interesante: ante la violencia que está padeciendo ese niño o ese adolescente, “las familias deben manifestar su dolor y su rabia (…)” (Goicoechea y Romeo, 2017, p. 148). Según estos autores, para que las víctimas de acoso escolar superen el miedo y la tristeza que les causa la agresión constante de sus compañeros, deben echar mano de la rabia, y los padres deben ayudarles expresando ellos mismos la rabia que les causa que su hijo atraviese esa situación (Goicoechea y Romeo, 2017). El oír a sus padres expresar su rabia por lo que le sucede, puede ayudar al niño o al adolescente a entender que merece respeto y que el enfado y la rabia son sentimientos legítimos ante lo que padece (Goicoechea y Romeo, 2017).


La clave está en el enfado; un sentimiento que podría pensarse negativo es, en el caso del acoso escolar, un sentimiento clave para enfrentar el problema. Si el niño o el adolescente que es víctima de acoso escolar no expresa su enfado y no lo usa para enfrentar a los acosadores es difícil poner fin al problema. Frente al acoso, la víctima puede adoptar una actitud pasiva y sumisa, optar por el escape y por el llanto como maneras para sobrellevar la tristeza y el estrés que le ocasiona el acoso (Olweus, 1993) . La evasión, la huida al interior de sí mismos, puede servir a las víctimas para atenuar los efectos emocionales negativos del acoso escolar, no a terminar con él; por el contrario, esta estrategia, que podríamos llamar pasiva, parece que sólo prolonga el acoso (Sánchez, Ortega, y Menesini, 2012). Esta estrategia sirve a las víctimas para sobrellevar el acoso, no para enfrentarlo; es un acicate para la agresión; es el último recurso de las víctimas que intentaron infructuosamente acabar con el acoso (Sánchez, Ortega, y Menesini, 2012). Si, por el contrario, la víctima enfrenta a los acosadores, si les expresa su enfado, es probable que de eso modo detenga el acoso (Sánchez, Ortega, y Menesini, 2012). Las respuestas al acoso en que la víctima expresa su enfado pueden tener elementos de agresividad; en todo caso, son “eficaces en presencia de otros” (Sánchez, Ortega, y Menesini, 2012, p.77), pues, como hemos dicho antes, el acoso escolar es un fenómeno social en que los espectadores son un parte importante.


Otra estrategia que distintos estudios señalan como eficaz para detener el acoso, es pedir ayuda. Niños y adolescentes que luego de un año de acoso escolar lograron detenerlo, lo hicieron la mayoría de las veces pidiendo ayuda; estudios que se han hecho con adultos que fueron víctimas de acoso en su niñez o en su adolescencia confirman la eficacia de esta estrategia (Sánchez, Ortega, y Menesini, 2012).


Con todo, la eficacia de la estrategia que un niño o un adolescente adopte para enfrentar el acoso, no depende exclusivamente de la estrategia en sí, sino también del contexto en que se emplea. Puede que en algunos casos sea más fácil encontrar ayuda que enfrentar el acosador, o viceversa (Sánchez, Ortega, y Menesini, 2012).Sea como fuere, los estudios sobre el asunto que se han hecho a partir de lo que podríamos llamar la “praxis del acoso” son claros en señalar que la respuestas al acoso que consisten en la evasión en el aislamiento y no en enfrentar a los acosadores son contraproducentes. La clave del asunto está en que los padres propicien un espacio, un momento de confianza entre ellos y la víctima que le permita a esta hablar de la causa de su tristeza, de lo que le ha llevado a aislarse. Luego debe venir una discusión entre la victima y los padres acerca de la estrategia que debe tomarse para detener el acoso. Si esto no se da, es posible que la victima no pueda encontrar ayuda y opte por una respuesta pasiva que sólo prolongará su sufrimiento.


Referencias


  • Goicoechea, P., & Romeo, J. (2017). Las familias ante el acoso escolar . Revista de Estudios de Juventud , 139-152.

  • Olweus, D. (1993). Bullying at school: What we know and what we can do. Malden: Blackwell Publishing.

  • Sánchez, V., Ortega, R., & Menesini, E. (2012). La competencia emocional de agresores y víctimas de bullying . Anales de psicología, 71-82.

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