
La noción de nativos digitales fue introducida por Mark Prensky en su obra Digital
Natives, Digital Immigrants (2001), donde plantea que “los estudiantes de hoy son
hablantes nativos del lenguaje digital de los computadores, los videojuegos y la Internet”
(p. 1). A partir de esta premisa, Prensky sugiere que el término más adecuado para referirse
a ellos es nativos digitales. Skiba y Barton (2006), citados en Cabra y Marciales (2009)
amplían esta idea al señalar que quienes nacieron después de 1980 comparten
características como el dominio de herramientas digitales, un enfoque de aprendizaje
experiencial y activo, la interactividad, la colaboración, la inmediatez y la conectividad. No
obstante, diversos autores advierten sobre la necesidad de recopilar evidencia empírica que
respalde la existencia de una generación con tales atributos, pues su conceptualización
puede derivar fácilmente en estereotipos.
El estudio de Bennet (2008), citado en Cabra & Marciales (2009), resalta el riesgo de
generalizar características con base en la edad o generación, dado que esto puede llevar a
ignorar a aquellos jóvenes con menor destreza en el uso de la tecnología y en la gestión de
la información. Además, se corre el peligro de desestimar el impacto de factores sociales y
culturales que profundizan la brecha entre quienes tienen acceso a la información y quienes
quedan rezagados en una sociedad cada vez más competitiva. Los autores señalan que las
definiciones iniciales sobre el tema tienden a ofrecer una descripción general de los
"nativos digitales" sin explorar factores que explican la variabilidad entre generaciones, como el contexto histórico, político, económico y cultural, “(…) lo que define el perfil de los aprendices digitales no es un conjunto de atributos estáticos… sino más bien la acción conjunta de múltiples variables, algunas de ellas personales y otras procedentes del
contexto.” (Mas, citado en Cabero, Barroso y Martínez, 2020, p. 802)
En este sentido, los hallazgos de Rowlands, Nicholas, Williams y Huntington (2008)
citados en Cabra & Marciales (2009) resultan pertinentes, puesto que evidencian la falta de estudios longitudinales que permitan analizar las diferencias entre distintas etapas del
desarrollo. Los investigadores encontraron que, después de los 11 años, no se observan
variaciones significativas en el comportamiento entre ambos grupos etarios. Las principales
diferencias entre estos parecen estar relacionadas con el hecho de que los primeros aún no
han desarrollado completamente las habilidades cognitivas y motoras necesarias para
realizar búsquedas de información de manera efectiva.
Este hallazgo se alinea con investigaciones más recientes, como las de Cabaro, Barroso y
Martínez (2020), quienes concluyen que las autovaloraciones que realizan los jóvenes sobre
su dominio tecnológico no son tan elevadas como se esperaría y, además, tampoco utilizan
con gran frecuencia un número significativo de herramientas tecnológicas.
La digitalización global ha permitido una mayor accesibilidad a las herramientas
tecnológicas, pero esto no se traduce en un dominio reflexivo y proactivo de las mismas. La
investigación de John Palfrey y Urs Gasser (2008), citados en Granado (2019) ya advertía
sobre la diversidad en la formación digital de los denominados nativos digitales. No todos
desarrollan habilidades técnicas o de pensamiento crítico, y, de hecho, se puede encontrar
un alto porcentaje de "analfabetos digitales"; entre ellos. Marcelo Milrad (2013) citado en Granado (2019) introduce el término"ignorantes analógicos", refiriéndose a aquellos que, pese a estar inmersos en el entorno digital, carecen de disciplina, rigor intelectual y capacidad de análisis.
La brecha digital: más allá del acceso

Tradicionalmente, la brecha digital se ha entendido como la división entre quienes tienen
acceso a la tecnología y quienes no. En las sociedades desarrolladas, donde el acceso es
cada vez más amplio, el problema se desplaza hacia una brecha de conocimiento y uso
racional de las herramientas digitales.
El físico y matemático Javier Tarango (2009) citado en Granado (2019) habla de una
"brecha cognitiva o intelectual", es decir, la diferencia entre quienes saben cómo utilizar la tecnología de manera crítica y quienes solo la consumen pasivamente. Este nuevo tipo de
exclusión no está vinculado a factores económicos o generacionales, sino a la falta de una
educación crítica sobre el entorno digital.
¿Qué habilidades son realmente necesarias en el mundo digital de hoy?
A pesar de la creencia de que estar constantemente conectado y manejar dispositivos con
facilidad son habilidades suficientes para desenvolverse en el mundo digital, la realidad es
otra. La alfabetización digital va mucho más allá de saber utilizar un smartphone o una red
social.
Las competencias verdaderamente cruciales incluyen:
Pensamiento crítico: Evaluar la veracidad de la información, identificar sesgos y distinguir entre fuentes fiables y dudosas.
Autoprotección digital: Comprender los riesgos cibernéticos, como el phishing, la desinformación y la privacidad en línea.
Empatía digital: Desarrollar una interacción responsable y ética en el entorno digital.
Administración del tiempo: Gestionar el uso de la tecnología para evitar adicciones y distracciones excesivas.
Capacidad de creación digital: No solo consumir tecnología, sino usarla para producir contenido significativo, programar, diseñar y desarrollar proyectos.
Educación y formación: el verdadero factor determinante
No es la generación a la que se pertenece lo que determina la competencia digital, sino la
formación recibida. Tanto los nativos como los inmigrantes digitales pueden ser expertos
o ignorantes en tecnología dependiendo de su acceso a una educación digital de calidad.
La saturación informativa actual, lo que José Manuel Pérez Tornero (2012) citado en
Granado (2019) define como "embotellamiento perceptivo", obliga a desarrollar
estrategias para procesar, analizar y transformar la información en conocimiento. Tener
acceso ilimitado a datos no garantiza comprensión ni capacidad de discernimiento.
Derrumbar el mito de los nativos digitales es esencial para abordar la brecha digital desde
una perspectiva realista. No se trata solo de proporcionar acceso a la tecnología, sino de
formar ciudadanos críticos, responsables y activos en el entorno digital. La alfabetización
digital debe ser una prioridad educativa, permitiendo que todas las generaciones,
independientemente de su edad o contexto social, puedan hacer un uso reflexivo, seguro y
crítico de las tecnologías. Sin ello, corremos el riesgo de generar una sociedad
hiperconectada, pero acrítica y manipulable.
BIBLIOGRAFÍA
Almenara, J. C., Osuna, J. M. B., & Pérez, S. M. (2020). Estudiantes:¿ nativos digitales o
residentes y visitantes digitales?. Opción: Revista de Ciencias Humanas y Sociales, (93),
796-820.
Cabra-Torres, F., & MarCiales-ViVas, G. P. (2009). Mitos, realidades y preguntas de
investigación sobre los' nativos digitales': una revisión. Universitas Psychologica, 8(2),
323-338.
Granado Palma, M. (2019). Educación y exclusión digital: los falsos nativos digitales.
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