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¿Qué revelan las perspectivas cognitivistas y socioculturales sobre nuestras emociones?



Las teorías cognitivistas sostienen que las emociones se basan en las creencias, argumentando que tienen un fundamento en componentes mentales. Modzelewski (2015) sitúa su origen en los estoicos, quienes entendían las emociones como juicios erróneos sobre el mundo y nuestra posición en él. “Se consideran “falsos” en el sentido de que adscriben un gran valor a los bienes externos, lo cual hace al sujeto vulnerable, mientras que la virtud no se apoya en elementos externos fuera del control del sujeto.” (Modzelewski, 2015, p. 86). Bajo esta consideración, las emociones pueden ser educadas, en tanto el juicio constituye una aceptación voluntaria ante una apariencia. 


     Esta comprensión implica dos etapas esenciales. En la primera fase, el sujeto se enfrenta a una situación que se presenta de una manera específica. En la segunda etapa, el sujeto puede aceptar, rechazar o dejar en suspenso lo presentado. Si acepta la situación, la apariencia se convierte en juicio, o bien, el sujeto tiene la opción de tomar una decisión tras un proceso de discriminación. Este proceso otorga al juicio el carácter de un acto voluntario

      Desde esta perspectiva, la posibilidad de educar las emociones se basa principalmente en la autorreflexión y el desarrollo de voliciones de segundo orden sobre las propias emociones. El concepto “voliciones de segundo orden” fue introducido por Frankfurt para describir un deseo de segundo orden o una voluntad que influye directamente en nuestras acciones. Frankfurt explica: “además de querer, elegir y ser inducidos a hacer esto o aquello, es posible que los hombres también quieran tener (o no) ciertos deseos y motivaciones. Son capaces de querer ser diferentes, en sus preferencias y en sus propósitos, de lo que son.” (Frankfurt, citado en Modzelewski, 2015, p. 93). Este enfoque implica una interacción entre la emoción y el deseo, dado que el individuo necesita aspirar a un estado emocional diferente al actual. Este proceso se desarrolla dentro del ámbito de la racionalidad, dado que requiere de una deliberación cuidadosa para evaluar y contrastar las emociones existentes.


      Para que la autorreflexión sea posible, es esencial contar con ciertas condiciones, siendo una de las más importantes la narración. Desde la perspectiva de Nussbaum (1992), citada en Modzelewski (2015), las emociones se enseñan a través de las narraciones, gracias a ellas es posible entender su estructura y dinámica. “Estas narraciones son construidas por otros y, luego, enseñadas y aprendidas. Pero una vez internalizadas, dan forma a la manera en que la vida se siente y luce. (Nussbaum, 1992, citada en Modzelewski, 2015, p. 97). La narrativa así entendida es el instrumento a través del cual el sujeto reconstruye el origen de su emoción, haciendo así que la emoción pueda ser modificada en caso de que la narración revele que el dato que le da origen no se adecua a la emoción generada. 


       Siguiendo esta idea, el lenguaje desempeña un papel fundamental en este proceso. “Manejar nuevos términos lingüísticos que nombren emociones puede llegar a potenciar un nuevo marco donde emociones que no teníamos, o teníamos poco desarrolladas, pasen a jugar un papel importante en nuestro pensamiento y acción”. (Modzelewski, 2015, p. 103). Su uso puede transformar el tipo de emoción, darle estructura, hacerla consciente y revelar las creencias subyacentes que la sostienen. 


       Por esa razón, no es posible una educación emocional sin los otros. Lo otro también se refiere a aquello que está espacial y temporalmente distante, capacidad fundamental para la vida en democracia. “De allí se infiere la necesidad de que un programa de educación emocional no puede tener lugar monológicamente, sino que deberá adoptar una metodología dialógica, donde otros necesariamente participen en el ejercicio de reflexión de cada uno de los participantes.” (Modzelewski, 2015, p. 104). En este contexto, la experiencia que ofrecen la literatura, el cine y el teatro adquiere una gran relevancia como oportunidad para el encuentro con realidades tanto similares como distintas a la propia.


      La educación emocional se facilita por el carácter narrativo de las emociones, puesto que estas se entrelazan con juicios causales y temporales en la dimensión humana. Es crucial fomentar en el individuo “un esfuerzo narrativo para la asociación de elementos de su propia historia en términos de causas y consecuencias, lo que permite que la persona, en los sucesivos relatos, vaya avanzando en la autorreflexión, comprendiendo el origen de sus propias emociones, muchas de las cuales pueden ser inadecuadas.” (Modzelewski, 2015, p. 104) esta valoración dependerá de las circunstancias, los objetos de dichas emociones y las creencias que las sustentan. Así, se concluye que no es la emoción en sí la que se debe perseguir, sino su adecuación a las creencias y su desarrollo en colaboración con otros. 


Influencia de la dimensión socio-cultural en la comprensión de las emociones


      Lev Vygotsky exploró la influencia de la cultura en el desarrollo infantil y destacó cómo ésta impacta directamente en el proceso de aprendizaje. Según Vygotsky, el aprendizaje se desarrolla desde el exterior hacia el interior, adquiriéndose gradualmente a través de las interacciones que los niños tienen con otros en el contexto de las prácticas culturales en las que participan. De acuerdo con Orbeta & Bonhomme (2019) esta interpretación del desarrollo presenta diversas implicaciones cruciales para las emociones: 


     De acuerdo con Orbeta & Bonhomme (2019) esta interpretación del desarrollo presenta diversas implicaciones cruciales para la comprensión de las emociones:

  1. La dimensión biológica de las emociones siempre está en dialogo con la dimensión histórico-cultural. 

  2. Las emociones no se construyen de manera individual, sino que son el producto de las relaciones sociales entre los seres humanos. 

  3. No existe una diferenciación entre emociones primarias y secundarias, su diferencia radica en el nivel de interrelación con distintos elementos de la cultura y la historia. 

  4. La razón y la emoción están interconectadas en una relación de interdependencia. “Los sentimientos se despliegan en sintonía con la comprensión que las personas hacen del mundo. De esta manera, no existiría una división entre emoción y razón, como dos componentes que funcionan de manera separada.” (Orbeta & Bonhomme, 2019, p. 6)

       Desde esta perspectiva, se argumenta que para entender cómo se manifiestan los afectos en distintos tipos de relaciones, es esencial analizar el contexto cultural que los sustenta. Este análisis implica comprender los significados que median en esas relaciones y cómo estos impactan en la expresión y apreciación de las emociones. Además, considerando que el entorno cultural desempeña un papel crucial en cómo se expresan y manejan las emociones, la educación emocional debe integrar un entendimiento de cómo las normas y valores culturales influencian la emocionalidad. 



BIBLIOGRAFÍA 

  • Modzelewski, H. (2015) Fundamentos para un programa de educación de las emociones en una sociedad democrática. Andamios. Revista de Investigación Social. vol. 13, núm. 30, enero-abril, 2016, pp. 83-110

  • Orbeta, C. T., & Bonhomme, A. (2019). Educación y emociones: coordenadas para una teoría vygotskiana de los afectos. Psicologia Escolar e Educacional23, e193070.

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